¡Bienvenido de nuevo, huerter! Hoy en Eurogarden vamos a sumergirnos de lleno en uno de los aspectos más importantes que pueden afectar a tu huerto: la textura del suelo. Su composición va a determinar si tu huerto va a desarrollarse con facilidad o, si por el contrario, va a tener que luchar por sobrevivir.
¡Toma nota para conseguir el mejor resultado posible!
Tipos de suelo
El suelo está dividido en tres fracciones: arena, arcilla, y limo. La proporción en la que se encuentren definirá la calidad y la capacidad de cultivo e incluso la capacidad de retención de agua de tu tierra. En edafología, la ciencia que estudia el suelo, existen dos sistemas distintos de clasificación de suelos: USDA y Attemberg.
Este último es el que usa el sistema internacional y clasifica los tipos de tierra que existen. Como la clave del éxito está en los cimientos, hoy vamos a explicarte de forma accesible los distintos tipos de suelo que puedes encontrar en tu huerto y cómo mejorarlo si es necesario. ¡Sigue leyendo!
- Arena. Lo conforman las partículas de tierra que comprenden tamaños desde 2 hasta 0,2mm. Es el más grande de los tres tipos y dota al suelo de una gran capacidad drenante. Si, por ejemplo, detectas que tu suelo se encharca después de la lluvia, ahogando a tus plantas, sólo tendrás que añadir un poco de arena para evitar que se pudran las raíces. La arena tiene también otros beneficios, pues descompacta el suelo debido a su grosor, aflojándolo y abriendo camino a las raíces para que estas crezcan mucho más profundas.
- Limo. Comprende tamaños de partícula desde los 0,2 mm hasta los 0,005mm. Al ser más pequeña puede retener más agua, por lo que si vives en un clima muy cálido y seco, un alto porcentaje de limo asegurará la hidratación de tus plantas en el más caluroso de los veranos. Otra gran ventaja es que contiene muchos nutrientes, lo que supone un extra para tus cultivos.
- Arcilla. En este caso las partículas miden menos de 0,005mm. Son extremadamente pequeñas y compactas, por lo que la disponibilidad de nutrientes y aguas es muy alta. ¡Pero no es oro todo lo que reluce! Aunque estas características pueden ser buenas para algunos cultivos, en general dificultan el laboreo y pueden hacer que se pudran las raíces. Por lo que este tipo de suelo requiere mucho cuidado con el riego.
Conocer tu suelo, el comienzo del éxito
De forma general, en un laboratorio se pueden hacer una serie de mediciones y analíticas a la tierra que permiten identificar las cantidades de cada uno de estos componentes y relacionarlos en un gráfico piramidal llamado triángulo de textura de suelos.
Esto permite saber de qué tipo de suelo se dispone lo cual, si nos referimos por ejemplo a los agricultores profesionales, permite seleccionar cultivos, ajustar parámetros de riego y/o fertilización y optimizar la producción agrícola en definitiva gracias a poder tomar mejores decisiones.
El triángulo de textura divide los tipos de tierra según el porcentaje de arena, limo y arcilla para así poder clasificarlas en arcillosas, francas, limosas y arenosas. Dentro de estas, las francas son las más equilibradas y fértiles con respecto a los otros tres tipos ya nombrados, debido a su alto contenido en materia orgánica.
Los suelos francos (aproximadamente un 40% de arena, un 40% de limo, y un 20% de arcilla) serían por tanto el tipo de suelo ideal debido a que tienen buena capacidad de retención de agua, no se compactan, no se encharcan al filtrar y son ricos en nutrientes.
Seguramente como huerter amateur no podrás llevar a cabo este tipo de análisis. Por eso, te vamos a dar un truco para que puedas intuir un poco mejor qué tipo de tierra tienes en tu huerto. Coge un puñado de tierra cuando esté húmeda y apriétalo en tu mano,… ¿cómo se comporta?
- Si se desmorona fácilmente, seguramente tu tierra sea más arenosa.
- Cuando se mantiene unido pero se desmorona con facilidad, es limoso.
- Si por el contrario, se forma una bola uniforme, lo más probable es que tu suelo sea arcilloso.
- Si tuvieses la suerte de poseer tierra franca, verás que el color es marrón oscuro, casi negro. Además, al tocarla manchará tus manos.
No te desesperes si tu suelo no es franco. Siempre puedes tratar de modificar la composición de tu suelo añadiendo fracciones de tierra de un tamaño específico, materia orgánica y/o aireando en función de las necesidades de tu huerto hasta alcanzar un suelo equilibrado.
Ahora que conoces ya conoces algo más sobre la importancia del suelo, ¡toca ponerse manos a la obra y disfrutar de la magia de tu huerto! Si sigues teniendo alguna duda al respecto, haznos llegar todas tus preguntas y opiniones a través de nuestro perfil de Instagram.
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